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COP21 – Reducción de emisiones de CO2 y energía

 

En la última reunión del COP21 se acordó por parte de las siete economías más importantes del mundo desconectarse de los combustibles fósiles para final de siglo XXI. Este objetivo se extendió durante la Conferencia del Clima de la ONU celebrada en parís el pasado mes de noviembre y conocida como COP21 a más de 195 países firmantes. El compromiso se basa en actuar de manera inmediata, empezando por la aprobación de planes estatales que fijen los objetivos y, más importante, cómo van lograrse, para no aumentar la temperatura global del Planeta en más de 2ºC y, de manera deseable, 1,5ºC.

Una implicación práctica de primera magnitud es haber cerrado el debate de los últimos años. A partir de ahora ya no será necesario cuestionar la relación entre la combustión de los combustibles fósiles, las emisiones de CO2, el incremento de la temperatura y el cambio climático. Esto permitirá dedicar todos los esfuerzos a tomar medidas de acción para lograr el objetivo de descarbonizar nuestras sociedades.

Una segunda consecuencia es que de manera global en todos los países las políticas de transición energética van a tomar un papel central en los debates públicos. Esto sin duda ayudará a lograr el cambio cultural y educacional necesario de unas sociedades altamente dependientes de los combustibles fósiles.

Este cambio en las coordenadas de gestión energética implicarán medidas fiscales que ayuden a la transición energética y movilizarán las inversiones necesarias para lograr cambios tecnológicos en el campo de la generación de energía con fuentes renovables, en la modernización de las redes de distribución de la energía hacia las smart grids y en un consumo más eficiente y flexible capaz de adaptarse a la disponibilidad de recursos. Por otro lado la investigación y el desarrollo en tecnologías más eficientes y en almacenamiento de energía están ya tomando un papel cada vez más relevante tanto a nivel privado como público.

Pero no solo es cuestión de tecnología. Para gestionar la transición energética será también necesaria una regulación del sector atrevida a las innovaciones que den el marco legal y la seguridad jurídica necesaria a innovadores modelos de negocio.

Todos estos ingredientes son ya una realidad y van a estar en el centro del debate social y político durante los próximos años y décadas. En parte, debido a que las implicaciones de la transición energética son profundas, como redefinir la relación entre el mundo rural y las ciudades, crear infraestructuras de transformación de recursos renovables en electricidad y distribución en el territorio. Pero también cambiar muchos hábitos y costumbres a los que la sociedad fósil nos ha acostumbrado. Por tanto, es también tiempo de una visión holística y transversal de la cuestión energética que incorpore la dimensión social y humanista desde el inicio. La transición energética es una oportunidad también para democratizar las sociedades y reducir las diferencias económicas entre unos países y otros.

Tecnología, regulación, economía, sociología, entre muchos otros, son ámbitos que van a demandar profesionales para lograr que los objetivos de la COP 21 no queden en papel mojado. Por esto hoy en día es fundamental adaptar las estructuras curriculares de los estudios profesionales, técnicos y superiores a esta nueva necesidad que de manera urgente tenemos planteada el conjunto de nuestras sociedades. 

De esta manera, se cierra un capítulos que ha dominado las discusiones los últimos años para inaugurar unas décadas de acción

acordaron una reducción de emisiones de carbono de origen energético. Esto implica lograr desconectarse de los combustibles fósiles en las próximas décadas.

 

Pep Salas

Profesor del Máster en Energías Renovables y Sostenibilidad Energética.

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