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La infancia como enigma: A cielo abierto, de Mariana Otero

 
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El psicoanalista y psiquiatra Jacques Lacan afirmaba que con la psicosis el inconsciente reflota hasta la superficie quedando a cielo abierto, a la vista de todos y fuera de control de su propietario. Una máxima que en el documental firmado por Mariana Otero es puesta en boca de uno de los adultos que tutelan a los pequeños internos del centro Courtil y parafraseada desde su título. A cielo abierto, muestra la cotidianeidad de un grupo de niños y niñas con dificultades sociales y psíquicas internados en un cálido centro situado cerca de la frontera franco-belga. Una variada serie de condiciones psíquicas que se exponen al inicio del film, y que van contextualizándose durante el metraje, evitando en todo momento posicionar moralmente al público sobre la actitud de los niños o la supuesta gravedad de sus trastornos. Una sabia estrategia que obliga a Otero a obviar recursos que puedan codificar según moldes preestablecidos lo que el espectador tiene ante sus ojos, capaces de aportar un asidero clínico o psicologista alrededor de la conducta los trastornados infantes. Sin subrayados dramáticos de ningún tipo, Otero establece una estrategia tan válida desde una perspectiva pedagógica como narrativa: observar sin juzgar, y contemplar para aprender. Un discurso muy similar al de la línea educativa del centro en el que Otero filmó hasta 180 horas de material a lo largo de casi tres meses de rodaje durante el año 2013.

A cielo abierto nos hace testigos del día a día de un grupo de niños y niñas con síntomas de autismo o esquizofrenia, entre muchos otros trastornos a los que nunca se les da nombre ni por parte de Otero ni tampoco, en un gesto crucial, por parte de los tutores de los críos, que prefieren observar a sus pupilos para así poder ayudarles a potenciar sus posibilidades antes que intervenir con métodos coercitivos. Y es ahí reside el valor pedagógico de la propuesta de Otero más allá de sus valores cinematográficos, en el hecho de que A cielo abierto se plantee como un trabajo de investigación, parejo al llevado a cabo por el equipo de pedagogos de Courtil. Porque, como se decía anteriormente, Otero no ofrece al inicio del film ningún tipo de motivación para las actitudes de los niños y niñas al público. Ni tampoco para las actividades que llevan a cabo, siendo ninguna de ellas de carácter curricular y sí muchas relacionadas con la expresión artística entre las cuales destacan una serie de representaciones teatrales en las que los niños interpretan a adultos y los adultos a niños.

 

Una mirada virgen, imprescindible para compartir la línea pedagógica de Courtil en una relativa igualdad de condiciones que permita comprobar los resultados de este tipo de aprendizaje, que comienza a tomar forma como recurso pedagógico ante el espectador con los claustros del equipo pedagógico del centro que aparecen en el documental. En estas reuniones se comentan las actitudes de los niños y niñas durante las diferentes jornadas con la finalidad de discernir la lógica interna que parece impulsar a cada uno de ellos. A través de estas puestas en común, y lejos de intentar constreñir la particular sensibilidad y razonamiento de los niños y niñas a su cargo, estos profesionales buscan entenderlos, analizarlos, aprender, en una palabra, de ellos para así poder ayudarles a  aceptar sus trastornos, indisociables de su personalidad. Un discurso teórico que busca asimilar antes que corregir, que se ve reflejado en la propia construcción narrativa de A cielo abierto, desprovista de subrayados musicales o dramáticos y manteniéndose siempre a una respetuosa distancia respecto a lo que explica, pero sin evitar que de vez en cuando alguno de los niños hable con Otero.

 

Gracias a todos estos factores, y tomando como modelo el proyecto educativo del centro Courtil, A cielo abierto plantea una visión de la educación en la que la oposición entre maestro y aprendiz se diluye. Una línea educativa que cristaliza en imágenes en una de las últimas escenas de la película, que muestra a uno de los internos, ya adolescente, explicando sus planes de llevar una vida autónoma fuera del recinto de Courtil a un grupo de pedagogos que lo escuchan sentados en sus pupitres. Un paralelismo visual que se completa cuando, sin moverse de sus asientos, los pedagogos aplauden y animan al joven para que confíe en sí mismo, en el que quizás sea el mejor y más preclaro ejemplo del discurso pedagógico de Courtil, basado en la expresión del propio alumno como método de autoaprendizaje y autoconciencia, que pueda encontrarse en este documental. Un proyecto educativo basado en la expresión personal de los más jóvenes  como forma de inclusión social y pedagógica ya sea a través de la música, el dibujo o, incluso, la realización cinematográfica. Gracias a todos estos elementos, A cielo abierto se postula como un documental didáctico que, debido a su fidelidad al discurso pedagógico que expone, evita sermonear a su público invitándolo en cambio a revisar una serie de tabúes sobre psicopatología infantil gracias a  la propia estructura narrativa de la película.

EDUARDO MARTÍNEZ GÓMEZ

Eduardo Martínez Gómez es autor y coordinador de la asignatura Instantánteas Culturales, perteneciente al  Máster Oficial en Psicopedagogía.

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