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Actualidad

 
09/04/2020

En el trasiego cotidiano es poco menos que inevitable evaluar nuestros cometidos diarios. De una forma natural y espontánea evaluamos, por ejemplo, la idoneidad de ir a pie o en metro según la distancia y el tiempo que disponemos, o la conveniencia de hacer la siesta, aun a riesgo de tener dificultades más tarde para conciliar el sueño. Con normalidad hacemos también valoraciones más o menos trascendentales sobre nosotros mismos y los demás relativas, por ejemplo, a la apariencia, el comportamiento y hasta las palabras.

 

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