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El porcentaje se eleva hasta el 90% en el caso de los niños y niños de 10 a 15 años

¿Has visto alguna vez a algún bebé que, aunque a duras penas consigue mantenerse en pie, ya  intenta ampliar la pantalla del televisor con dos dedos, como si de una tableta se tratase? Aunque esta imagen pueda resultar chocante para un adulto, se trata de la enésima muestra de una realidad innegable: la evidencia de que las nuevas generaciones entran en contacto con las TIC durante sus primeros meses de vida. Una circunstancia que condicionará su aprendizaje y su educación, así como un desafío para el que los profesionales de la enseñanza deben prepararse.

Las cifras no engañan: actualmente, el 40% de los menores de dos años acceden habitualmente a las tabletas o teléfonos móviles de sus padres y madres. Además, la proporción alcanza el aumenta hasta el 72% entre los niños y niñas de ocho años y el 90% en el caso de quienes tienen entre 10 y 15 años de edad. Éstos son algunos de los datos recoge el noveno informe Faros, elaborado recientemente por el hospital infantil de Sant Joan de Déu (Esplugues de Llobregat, Barcelona).

Lejos de presentar estas cifras como una circunstancia alarmante, los artífices de esta investigación han subrayado que el principal riesgo de las nuevas tecnologías en adolescentes y jóvenes es no tener acceso a las mismas. Como ejemplo, el psicólogo clínico José Luis Matalí, coordinador de la Unidad de Conductas Adictivas del Servicio de Psiquiatría y Psicología Infantil y Juvenil de Sant Joan de Déu, ha destacado que no utilizar los servicios de mensajería instantánea (como WhatsApp, Line o Telegram) genera más perjuicios entre los adolescentes que  los posibles riesgos de hacer un mal uso.

Uno de estos peligros tiene que ver con el uso intensivo y descontrolado de los dispositivos móviles, y que esta práctica puede traducirse en sensación de “soledad”. Estos es debido a que las conductas adictivas suelen estar vinculadas a la dificultad de establecer relaciones interpersonales con otros chicos y chicas, según Matalí.  

Del mismo modo, el informe repasa los diferentes tipos de acoso cibernético que pueden sufrir los niños y adolescentes, como el ciberbullying, el acoso escolar; el acercamiento sexual por parte de una persona adulta (grooming) o el sexting, cuando un menor envía una imagen o un mensaje de contenido sexual que se difunde por las redes sociales. Los expertos aconsejan a las familias a enseñar a sus hijos e hijas a navegar de forma segura, creando contraseñas, no guardando contactos de personas desconocidas, sabiendo cómo actuar ante un acosador y haciendo que sean conscientes de que cuando se difunde información propia o sobre terceras personas por la red, se pierde el control de ésta.

En cualquier caso, los autores del informe han recalcado que el uso creciente de los dispositivos tecnológicos entre niños y adolescentes debe de ser contemplado como una “oportunidad”, ya que estas herramientas les permiten formarse en las competencias que requiere el mundo actual. Uno de los objetivos del informe, precisamente, es “disminuir la resistencia y el miedo” ante el fenómeno. Aunque para ello, eso sí, conviene destacar la necesidad de hacer un “uso responsable, educativo, creativo y supervisado”.

Finalmente, los expertos involucrados también han subrayado que la precocidad en el uso de los dispositivos tecnológicos tampoco debe ser un peligro, porque es durante la infancia cuando los menores buscan más la complicidad con los adultos, antes de llegar a la adolescencia, un momento en el que las posibilidades de intervención de las familias acostumbran a reducirse.

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