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¿Es el aprendizaje de lenguas algo obsoleto?

 

En 1978 “The Hitchhiker’s Guide to the Galaxy” nos presentó a Babel Fish, un pequeño pez dorado que se anclaba en el cerebro humano y funcionaba como un traductor universal, permitiendo entender y hablar cualquier lengua que nos propusiéramos.

 

En octubre de 2017 el pequeño pez dejó de ser ficción cuando Google lanzó Pixel Buds, unos auriculares inteligentes que tienen la capacidad de traducir de un idioma a otro en tiempo real. El objetivo es conseguir que dos personas se entiendan sin necesidad de saber el idioma del otro. Los auriculares traducen, hasta el momento, 40 idiomas, entre los que se encuentran el español, inglés, japonés, chino, catalán y los principales idiomas europeos.

Una idea recurrente en la ciencia ficción, que ha sido hecha realidad gracias a los avances en inteligencia artificial. Esta tecnología también permitirá ir mejorando la calidad de las traducciones, ya que Google Translate aprende con cada uso. Cuanto más se use, más rápido y más efectivo será.

 

Desde luego, esta tecnología tiene el potencial de ayudar a la comunicación entre personas, pero como ante cualquier cambio, a los humanos nos surgen las dudas, las inseguridades y los miedos. Aunque la tecnología no sea perfecta todavía, sabemos que es cuestión de tiempo que lo sea.  Mientras tanto nos preguntamos: ¿Cambiará a partir de ahora nuestra forma de viajar y la manera de relacionarnos con otras culturas? ¿Cómo influirá en las negociaciones entre países o empresas? ¿Seguirán teniendo sentido las clases y los profesores de lengua extranjera? Siendo el tiempo tan valioso ¿seguiremos las personas pasando horas y horas de nuestra vida aprendiendo un idioma cuando en breve todo tipo de traducción será instantánea y a nuestro alcance?

 

Desconocemos el futuro y por tanto también si el aprendizaje de idiomas llegará a ser algo del pasado, pero todo parece indicar que nos debemos centrar en algunos aspectos que por ahora son complejos para la tecnología:

  1. La lengua en su contexto. Las lenguas y su traducción son complejas e inexactas. Cada lengua responde a una realidad y las realidades son diferentes en cada cultura y en cada contexto. No todas las lenguas tienen, por tanto, las mismas palabras y cada palabra puede tener significados y matices diferentes en diversas lenguas. Las frases que son claras y elegantes en un idioma pueden volverse largas y torpes al ser traducidas a otro. Además, la traducción más cercana de una palabra puede no representar completamente el concepto, y en algunos casos podría necesitar una explicación compleja para transmitir su significado. Dos personas con lenguas primarias muy diferentes entre sí conceptualizarían el mismo fenómeno con visiones distintas. Ya nos lo explicaba la hipótesis de Sapir-Whorf, lo leímos luego en el relato The Story of my life y lo vimos recientemente en la película Arrival, con las diferentes interpretaciones que los receptores pueden tener del mundo en función de su lengua materna.
  2. La pronunciación, la emoción y la música. El lenguaje hablado tiende a ser mucho más vivo, libre y cambiante que su contraparte escrita. Es difícil presenciar una conversación sin atajos en nuestra pronunciación, sin palabras propias de una jerga concreta o sin palabras que modificamos o creamos constantemente. Por otro lado, la entonación y la emoción que usamos al hablar transmiten en general mucho más que las propias palabras que utilizamos. Traducir la palabra hablada es algo complejo, pero cuando tienes que preocuparte por un ritmo estricto y una melodía, se vuelve casi imposible. ¿Podrá algún día un traductor reemplazar el hecho de poder disfrutar de una canción en el idioma en que fue escrita? ¿Podrá la tecnología traducir una melodía, que es en realidad la base de nuestra comunicación?
  3. La conversación. ¿Podrá alguna vez la tecnología predecir lo que alguien dirá a continuación en una conversación? Recordemos que el orden de las palabras es diferente en todos los idiomas, y  habrá momentos en los que se tenga que esperar al final de una oración para poder traducirla, especialmente si es una conversación entre más de dos personas.  Estos retrasos afectarán a la dinámica y la fluidez de una conversación.
  4. El humor. ¿Será la tecnología capaz de hacer juegos de palabras, tan presentes en nuestros chistes y en nuestras culturas (y tan diferentes en cada una de ellas)? ¿Podrá la tecnología jugar con los acentos, hacer comparaciones o exageraciones para hacerte sonreir?
  5. Los malentendidos y las aclaraciones. Los malentendidos ocurren constantemente, incluso entre personas cercanas hablando el mismo idioma. Un traductor automático debería poder detectar cuándo una traducción ha creado confusión o un malentendido.Y cuando descubra que no ha logrado expresar su punto de vista, deberá poder ofrecer comentarios, ejemplos, imágenes que lo ayuden a explicarlo mejor.
  6. Las culturas. ¿Es posible entender una lengua sin entender su cultura? ¿Es posible enseñar una lengua sin enseñar todas las representaciones de su cultura y las de los que la aprenden? ¿Será la tecnología capaz de transmitir también la cultura y las infinitas comparaciones entre las sociedades, la idiosincrasia de cada idioma local y las diferentes maneras de observar y entender la realidad de los humanos?

 

Seguro que a ti, docente, se te ocurren muchas más razones por las que el aprendizaje de las lenguas es algo vivo y lo seguirá siendo, ¿verdad?

 

Lola Torres Ríos

Phd en Didáctica de la Lengua y la Literatura (UB) y profesora del Máster en Formación de Profesores de Español como Lengua Extranjera de UNIBA.

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