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Estado actual del recurso suelo

 

La preocupación por la calidad del suelo se inicia en los años setenta del siglo pasado, algún tiempo después que la preocupación por la de la atmósfera o la de las aguas, las cuales han sido objeto de atención preferente por parte de las Administraciones más “sensibilizadas”; sin embargo, durante mucho tiempo, por ejemplo, no se tuvo en cuenta que la contaminación de las aguas o de la atmósfera podía ir a parar gradualmente a los suelos.

Los suelos son el fundamento para la producción de alimentos y la seguridad alimentaria; a su vez, funcionan como el mayor filtro y tanque de almacenamiento de agua en el planeta; contienen más carbono que toda la vegetación de la tierra; regulan la emisión de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero; y hospedan una tremenda diversidad de organismos de gran importancia en el funcionamiento de los ecosistemas terrestres.

 

¿Puede la calidad del suelo incidir en los precios de alimentos básicos?

Hoy en día, el 33 por ciento de los suelos terrestres se hallan moderada o altamente degradados. Una mayor degradación de los suelos agrícolas, por ejemplo, podría tener consecuencias graves sobre la producción de alimentos y la seguridad alimentaria, incrementaría la volatilidad de los precios de alimentos, y potencialmente sumiría a millones de personas en el hambre y la pobreza.

La degradación de los suelos implica una disminución de las capacidades actuales o reales de los suelos para producir bienes o servicios. La degradación de los suelos sólo se ha percibido como un problema social cuando de ella se han derivado efectos sobre los seres vivos y en particular sobre la especie humana, o cuando los impactos o daños producidos sobre los suelos eran grandes y de difícil recuperación.

Diez son las amenazas más graves para las funciones que el suelo desempeña:

El desequilibrio en la concentración de nutrientes ocurre cuando el aporte de nutrientes a través de adiciones de químicos y fertilizantes orgánicos u otras fuentes es o insuficiente o excesivo. El exceso de nutrientes contribuye al deterioro de la calidad del agua y a las emisiones de gases de efecto invernadero, especialmente de óxido nitroso procedente de áreas agrícolas.

La acidificación del suelo se da por acumulación de iones de hidrógeno y aluminio en el suelo y pérdida asociada de cationes básicos como calcio, magnesio, potasio y sodio por lavado.

La pérdida de la biodiversidad del suelo se pone de manifiesto por la disminución en la diversidad de micro y macro organismos del suelo.

La compactación del suelo resulta de la aplicación de presión a la superficie del mismo (pisoteo, uso de maquinaria pesada) lo que impide, por ejemplo, la penetración de las raíces y el intercambio de agua y gases con la atmosfera exterior.

La contaminación química del suelo por adición de productos químicos o materiales al suelo.

La erosión del suelo que conlleva la pérdida de las partículas de suelo desde su superficie por acción del agua, viento o labranza. La erosión es un proceso natural pero la tasa de erosión se ha incrementado o acelerado dramáticamente por la actividad humana.

La pérdida de carbono orgánico del suelo (COS) debido a la conversión del carbono del suelo en dióxido de carbono (CO₂) o metano (CH₄) y a la pérdida física de carbono del suelo por la erosión.

La salinización del suelo inducida por intervenciones humanas como prácticas de riego con agua rica en sal en zonas con drenaje insuficiente; puede presentarse asociada a la sodificación.

El sellado del suelo por material artificial impermeable (como asfalto y cemento, por ejemplo, en áreas urbanas y aquellas afectadas por la expansión de infraestructuras de transporte (carreteras o vías férreas).

La saturación hídrica del suelo que hace insuficiente el oxígeno en el espacio poroso para que las raíces de las plantas puedan respirar adecuadamente.

 

Aún estamos a tiempo, si queremos

Dada la situación actual, son prioritarias cuatro tipos de acciones:

1. La gestión sostenible del suelo, que puede permitir restaurar la productividad de los suelos degradados.

2. La estabilización de los depósitos de materia orgánica en el suelo a través de prácticas de manejo apropiadas.

3. La reducción del uso de fertilizantes con nitrógeno (N) y fósforo (P), y al mismo tiempo el incremento del uso de fertilizantes en las regiones con deficiencia de nutrientes. El incremento de la eficiencia en el uso del N y P por las plantas es clave.

4. La mejora del conocimiento sobre el estado actual y futuro de la calidad del suelo, aún considerando todas las dificultades existentes para ello:

    a) falta de acceso rápido a las evidencias necesarias para la acción política;

    b) derechos de propiedad del recurso suelo que a menudo es de propiedad privada;

    c) escalas de tiempo involucradas en algunos de los cambios más importantes que ocurren en los suelos y que pueden ser difíciles de detectar.

 

Foto 1. Ejemplo de aplicación de residuos mineros sobre la superficie de un suelo con potencial efecto contaminador (Chile). (Foto de la autora).

 

Foto 2. Salinización de un suelo agrícola y pérdida de fertilidad (Brasil). (Foto de la autora).

 

Foto 3. Sellado del suelo en una antigua área industrial (Bélgica). (Foto de la autora).

 

Amparo Cortés 

Profesora del Máster en Planificación Territorial y Gestión Ambiental de UNIBA

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