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La salinización de los ríos: un proceso de cambio global

 
La salinización de los ríos: un proceso de cambio global

Diversos investigadores han manifestado recientemente la preocupación sobre el incremento de la salinidad del agua de los ríos a nivel mundial. Este incremento de sales disueltas en el caudal de los ríos empeora su calidad y pone en riesgo los distintos usos a los cuales puede destinarse dicha agua, como el riego y la potabilización, pero también condiciona los ecosistemas fluviales.

Cuando hablamos de salinización de los ríos nos referimos al proceso de aumento del contenido de sales disueltas que transporta el agua de un río, la cual puede ser de distintos tipos y orígenes.

De manera natural, todos los ríos transportan sales disueltas, que se encuentran en las aguas fluviales a causa de la alta capacidad del agua de disolver las rocas por donde circula. Las rocas ígneas o cristalinas, como el granito, suelen ser muy duras y de difícil disolución, pero las rocas calcáreas o sedimentarias en general, se disuelven con mayor facilidad, aportando al agua gran cantidad de sales como el calcio, el magnesio, el sodio o el potasio, entre otras.

Sin embargo, las actividades humanas pueden provocar vertidos de sales de forma incontrolada, cambiando la calidad del agua natural de un río. Las actividades mineras son las que más sales aportan a los ríos. Las escombreras olvidadas al aire libre son fuente de contaminación cuando la lluvia cae sobre ellas y arrastra las sales de las rocas machacadas hasta el río, alterando su composición química y poniendo en serio peligro la utilidad de dichas aguas a su vez que también altera el ecosistema acuático.

Uno de estos ejemplos lo tenemos en el río Llobregat, en Catalunya, y cerca de Barcelona. Des de los años sesenta se explotan minas de sal, de las que se extraen toneladas de material que se acumulan en superficie en distintos puntos de la cuenca del río (Foto 1 y 2). Durante los episodios de lluvia, el agua que circula por las escombreras salinas arrastra consigo cantidades enormes de sal que se introducen en el río.

Se desconocen aun las consecuencias a largo plazo de esta salinidad sobrevenida en las aguas fluviales, pero está claro que una flora y una fauna de agua dulce, sufren enormemente cuando circula agua que multiplica por más de 10 veces el valor de salinidad. Además, las sales se van acumulando en los sedimentos y salinizan también el suelo donde crece la vegetación de ribera, donde progresivamente aparece vegetación mejor adaptada a los suelos salinos, que desplaza a la vegetación típica de ese lugar.

Afortunadamente, la salinidad del agua puede medirse fácilmente mediante un parámetro indirecto conocido como la conductividad eléctrica, usando un simple conductímetro (Foto 3). Este aparato se basa en establecer una circulación de corriente eléctrica dentro del agua, que  circula mejor cuantas más sales disueltas haya, de manera que a mayor conductividad eléctrica, mayor será la cantidad de sales que se encuentran disueltas en el agua que estamos midiendo.

Los valores razonables y normales fluctúan en cada río dependiendo de las rocas subyacentes, pero se pueden tolerar unos valores de conductividad en aguas fluviales que oscilen entre los 400 y los 1000 mS/cm (microsiemens por centímetro, que son las unidades de conductividad eléctrica).

En el ejemplo anterior del río Llobregat,  se han llegado a registrar valores de hasta 10,000 mS/cm en el agua del río después de un episodio de lluvia, lo que demuestra la facilidad de arrastre del agua de lluvia sobre las escombreras y la facilidad de la entrada de sales en el río.

Las actividades humanas y los efectos del cambio climático, que tiende a reducir la cantidad de agua que puede circular por los ríos,  harán que, progresivamente, las aguas de los ríos se vayan salinizando cada vez más por dos razones: una menor cantidad de agua y una aportación artificial de sales, lo que dificultará y encarecerá el coste de su tratamiento para destinar el agua al riego y al consumo. Asimismo, también alteraran el ecosistema fluvial y el espacio fluvial en general.

Para poder mitigar estos efectos es necesario disponer de datos históricos y conocer la variación temporal de la conductividad eléctrica así como los máximos y los mínimos, y tomar medidas en distintos puntos de un río para ver si la tendencia es al aumento o disminución. En este sentido, es necesario alertar a los gobiernos que inviertan en aparatos y sistemas para la medida de sales en los ríos. Cuanto antes empecemos a recoger datos, antes podremos encontrar una solución para mitigar los efectos de la sal en las aguas fluviales. 

Foto 1: Ejemplo de la escombrera de sal de las minas de Súria, cuenca del río Cardener (Foto del autor).

Foto 2: Las dimensiones de la escombrera superan las de los cerros vecinos. A la derecha se ha tomado una casa de campo o “masia” como referencia a las dimensiones de la escombrera. Sallent, España (Foto del autor).

 

Joaquim Farguell

Profesor del Máster en Planificación Territorial y Gestión Ambiental de UNIBA.

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