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Para no quemar la memoria: J´attendrai de José Ramón Fernández

 

«Sólo una cosa no hay. Es el olvido». “Everness”, Jorge Luis Borges.

 

El siglo XX dejó una honda desolación en las sociedades a nivel mundial, causado por las guerras mundiales, los genocidios y los regímenes dictatoriales, entre tantas otras tragedias. Estas atrocidades hicieron surgir un nuevo pensamiento crítico que se aúna en los llamados discursos memorialísticos. Se trata de la búsqueda, por parte del pensamiento, la filosofía y las expresiones literarias o artísticas, por solventar las heridas del pasado a través de la retentiva en comunidad, el cuidado de la memoria de las víctimas y el encuentro de la sociedad con su pasado traumático, con el fin de juzgar a sus culpables y reconocer el sufrimiento vivido por la ciudadanía. Los discursos memorialísticos y sus diferentes expresiones son tan amplios como las injusticias desarrolladas, tanto como las disímiles realidades vividas y como la variedad de cada geografía.

El teatro es uno de los espacios donde la reflexión memorial ha jugado un papel especial, no solo por la calidad o diversidad de las expresiones escénicas sobre este tema en cada país, sino especialmente por la propia esencia del teatro. Este arte sustenta uno de los pilares de su esencia en el encuentro, aquel que se produce entre los cuerpos de quienes crean y de quienes reciben el acto poético. El teatro es el único arte que sucede en el aquí y ahora que es compartido por artistas y público, en un espacio convivial, en terminología de Jorge Dubatti[1]. De esta forma, los reclamos en el ámbito de lo memorialístico incrementan su capacidad crítica en el discurso construido en convivencia.

Entre los textos escritos en este campo, aquí traemos a colación J´attendrai (escrito en 2014 y publicado en 2017 en Alupa Editorial), de José Ramón Fernández. Este texto nos parece especialmente interesante por la propuesta escénica que realiza, por su trabajo metateatral y, en última instancia, por la empatía que genera con el público joven, aquel más alejado de esta cuestión, al que se le realiza desde el escenario, a través del personaje de Vicent, una llamada de atención para no quemar la memoria[2].

José Ramón Fernández es un afamado dramaturgo español que nace en Madrid en 1962. En 2011 recibió el Premio Nacional de Literatura Dramática por su obra La Colmena científica o el café Negrín. En su trayectoria destacan textos como la galardonada Nina, La tierra, Babilonia, Mariana o La ventana de Chigrinsky, entre otras. En sus textos, Fernández elige la reflexión crítica de la sociedad a través de la profundización psicológica en los personajes, haciendo alarde dramático, como dicta la frase popular, de que “lo personal es político”.

J´attendrai está construida en dos planos. En el primero, el plano de la historia lineal, Pepe, el Gafas, anciano de noventa años, y su nieto Vicent, han parado a pernoctar en el hotel de Claire. Pepe y su nieto se dirigen a París, a un homenaje que se realizará a los fallecidos y supervivientes en el campo de concentración de Mauthaussen, como él. Pepe, republicano que luchó en la Guerra Civil española, formó parte de las filas francesas contra el ejército de Hitler hasta su captura y consiguiente reclusión en Mauthaussen. A estos personajes les acompañan dos fantasmas, Claude, el Pájaro, fantasmas de unos 20 años y Patricia, fantasma de unos diecisiete y abuela de Claire, la dueña del hostal.

La historia nos contará cómo Pepe y Claude fueron compañeros en Mauthaussen. Claude fue capturado cuando intentaba escapar y deja sobre Pepe el ruego por buscar a su novia en Francia (Patricia, inmigrante republicana) para contarle su muerte y consolarla. El problema es que Pepe nunca pudo cumplir esta petición. Así, tras su liberación en Mauthaussen, ha vivido sumido en el remordimiento y la culpa, en la vergüenza por haber sido superviviente de la barbarie y el horror mientras tantas otras personas fueron asesinadas: «Pepe.- (…) Me daba vergüenza llegar a la casa de una muchacha para decirle que estabas muerto y yo no» (Fernández, 2014: 26).

El tiempo, no obstante, guarda un perdón final para Pepe, cuando puede reencontrarse con Claire, nieta de Patricia, para contarle su verdad y así reconstruir su historia, recordar a sus compañeros fallecidos y darles descanso en la memoria. Así, la obra nos muestra también el encuentro imaginado entre Pepe, en los aledaños de la muerte, con el fantasma de Claude, con quien reconstruye su pasado, así como los flash-back donde rememora su tiempo en el campo de concentración. A pesar de lo trágico de esta historia, el estilo de José Ramón Fernández no teme al uso de la ironía y el humor, especialmente a través de los fantasmas, en un texto que rebosa ternura y poesía en el diálogo entre los personajes.

A su vez, con esta historia Pepe está buscando resarcirse de su culpa y salvar su propia memoria legándola a su nieto, a Vicent. En él focaliza una obra que, como el propio José Ramón Fernández reconoce en el texto, está dirigida a los jóvenes, quienes tienen una oportunidad y las fuerzas renovadas para continuar trabajando en pos de la memoria y la justicia.

La relación y el diálogo entre Pepe y Vicent se adentra en una de las reflexiones primordiales del texto: ¿Cómo podemos transmitir el recuerdo? ¿Cómo reconstruir la memoria? ¿Cómo regresar al pasado y al dolor y hacer que llegue a las nuevas generaciones de espectadores? Así surge uno de los aspectos más interesantes de la obra. Se trata de la parte denominada “Stasimo”, como se denominaba a la reflexión del coro en la tragedia griega. En este caso, nos encontramos ante un único personaje polifónico, un “yo” que puede ser muchos “yoes”, como el propio dramaturgo explica en su obra. Este “Stasimo” nos sitúa ante el propio proceso creativo del dramaturgo, al reconocimiento del tiempo que le costó escribir esta obra y cómo, de esta forma, también zanja una deuda con su pasado, como con la historia con su tío Miguel Barberán, prisionero en Mauthaussen:

Yo.- Esta no es la historia de mi tío porque yo no conozco la historia de mi tío. Esta es una historia sobre los vivos y los muertos, que sigo sin saber cómo escribir. (Fernández, 2014: 9)

 Este “Yo” habla de sus lecturas realizadas (Max Aub, Primo Levi, Antelme, Jorge Semprún…), de las investigaciones (Alfonso Maeso, Mariano Constante o Prisciliano García), de otros textos dramáticos (como Angélica Lidell) o textos que remiten a temática concentracional (Tadeusz Kantor, José Luis Alonso de Santos, Laila Ripoll…). A través de este Yo, José Ramón Fernández realiza un manifiesto a la escritura de su obra y a la literatura de la memoria cuando, finalizando el texto, afirma:

Yo.- (…) si a lo largo de los años que vengan estas palabras interesan poco, estas palabras deben existir a pesar de todo. Estas palabras deben ser escritas a pesar de todo. Una historia que no interesa a nadie, que no es lo que la gente quiere oír. Pero sabes que, si hay algo que vale la pena que escribas, es esta historia (Fernández, 2014: 44).

El título, J´attendrai (‘te esperaré’) recuerda a la afamada canción de Dino Oliveri de 1937, a la que tantos jóvenes enamorados se aferraron en la II Guerra Mundial ante la marcha al campo de batalla o a su reclusión. Esta bella referencia se torna tragedia cuando Fernández cuenta en la propia obra cómo en Mauthaussen, el deber de recordar, se narra cómo un prisionero, Hans Bonarewitz, capturado intentado escapar, fue asesinado y paseado por el campo de concentración con una carretilla mientras sonaba este tema. Alejaba así toda esperanza entre tantos hombres y mujeres arrestados y torturados.

A pesar de ello, el título no pierde su belleza y enlaza también con la historia de amor que recrea el autor, la de Claude y Patricia, fantasmas siempre juntos gracias al teatro. La lectura y representación de esta obra se torna completamente recomendable y necesaria, especialmente para las jóvenes generaciones. José Ramón Fernández quiere recordarnos que siguen muchas historias adormecidas, muchas silenciadas por la vergüenza, el miedo y la culpa; muchos antepasados que reclaman aún que su historia sea rescatada y que su presencia permanezca entre la sociedad a través de nuestra memoria. Ese es el justo consuelo que podemos otorgarles.

 

 

Autor: Alba Saura Clares

 


[1] Nos referimos a un libro esencial para los Estudios Teatrales contemporáneos, como es el volumen de Jorge Dubatti (2010), Filosofía del Teatro I. Convivio, experiencia y subjetividad. Buenos Aires: Atuel.

[2] Utilizamos ahora y en nuestro título un juego con otro título afamado del corpus de José Ramón Fernández, Para quemar la memoria.

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