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Hacia una democracia participativa

 
democracia y planificación territorial

Es un principio universalmente aceptado -parafraseando el inicio de una novela de una famosa escritora inglesa del s. XIX- por cualquiera que se considere favorable al funcionamiento democrático de las sociedades, que el buen gobierno de un territorio, su planificación y gestión es cuestión de todos, una responsabilidad del conjunto de los ciudadanos. Pero de la aceptación acrítica de este principio general, a que se establezcan canales, procedimientos y recursos que favorezcan la participación ciudadana hay un abismo.

Claro está que el mismo concepto de participación ciudadana es extremadamente amplio, modernamente líquido y con múltiples maneras de interpretarlo. En el estado español por ejemplo, la participación en la planificación territorial se traduce en la apertura de un periodo que no acostumbra a superar los tres meses de duración, para la consulta e información pública de los documentos elaborados desde el ámbito científico-técnico y en donde los ciudadanos de forma individual o colectivos organizados, pueden aportar información y propuestas o hacer alegaciones. 

En Cataluña, la ley de política territorial también establece un tiempo de exposición pública de los planes territoriales, aunque desde hace aproximadamente una década, como respuesta a la presión ciudadana, se optó por presentar en ponencias públicas algunos anteproyectos y consultar tanto a determinados colectivos, como departamentos o entes de gobierno relacionados con dicho proyecto, antes de abrirlo a información pública. Posteriormente se elabora un documento con la exposición de motivos por los que algunas sugerencias y propuestas no han sido incluidas, qué observaciones se aceptan y qué modificaciones en el texto se incluyen.

Pero todos estos procesos no están regulados y en numerosas ocasiones solo consiguen la participación de administraciones, entidades y colectivos organizados de la sociedad y es la misma administración la que controla quién y cuándo se interviene;  para la elaboración de estos planes se analizan múltiples aspectos como las dinámicas de la población, los usos del suelo, los condicionantes físicos del territorio y se proyectan escenarios evolutivos del mismo. Todo, excepto crear espacios favorables a la participación de abajo a arriba, de forma horizontal, buscando consenso entre la ciudadanía, para que sea esta misma la que defina sus necesidades y anhelos respecto al territorio, a través de su experiencia cotidiana.

Contamos con prácticas valiosísimas en todo el mundo, desde la elaboración de las Agendas 21 locales o algunos planes estratégicos no vinculados a la planificación. También ejemplos de procesos de planificación descentralizada desde los años 1970, como los de la comunidad autogestionaria de Villa El Salvador en Perú o en estados de India como Bengala Occidental y Kerala; los presupuestos participativos que nacieron en la ciudad brasileña de Porto Alegre a principios de los 90’ o de Montevideo (Uruguay) o Rosario (Argentina), y que se empiezan a implementar en Europa (Roma, Lisboa, Sevilla, Badalona), las formas de democracia asamblearia de los municipios rurales e indígenas zapatistas en México y su mandar obedeciendo. Buena parte llegan desde el sur.

En Cataluña la aplicación de la Directiva Marco en Política de Aguas de la Comunidad Europea y  para la gestión de algunas cuencas fluviales se realizaron desarrollando procesos de participación entre el ámbito técnico administrativo, el ciudadano y el socioeconómico. La gestión asociada de parte de la superficie forestal catalana es otra experiencia a seguir.  

La participación ciudadana activa en la vida política y en la toma de decisiones a distintos niveles, también en la planificación territorial, es un ejercicio de salud democrática y de transparencia, donde los ciudadanos son y se sienten responsables de esas decisiones. Los consensos conseguidos, tras los no siempre fáciles procesos de participación, han de resultar a la fuerza, sólidos.  Las acciones, programas y planes definidos por tecnócratas ante una ciudadanía pasiva deben dejar paso a la colaboración horizontal entre los saberes técnicos y  una ciudadanía que demanda ser escuchada. ¡La democracia sigue en marcha!

Roser Rodríguez Carreras

Profesora e investigadora del Departamento de Geografía física y análisis geográfica regional. Colaboradora del Máster de Planificación Territorial y Gestión Ambiental en UNIBA.

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