Logo
  • Inicio
  • /
  • Actualidad
  • /
  • Cuando el sentido común no es suficiente: la importancia del profesor-investigador*
icono de la noticia

Cuando el sentido común no es suficiente: la importancia del profesor-investigador*

 

El concepto de investigación, así como el de ciencia en general, suele estar asociado en el imaginario común al ámbito de las conocidas como ciencias puras o naturales. Cuando pensamos en un científico o investigador, automáticamente se nos aparece la imagen de un laboratorio con tubos de ensayo, vasos de precipitado y varias personas de bata blanca manipulándolos. Esta imagen, aunque se corresponde con la realidad, muestra tan solo parcialmente en qué consiste hacer ciencia. Y es que la investigación científica se considera como tal no tanto por dónde se lleva a cabo sino por cómo se desarrolla.  

En el origen de cualquier investigación yace siempre una pregunta o, más concretamente, el deseo (¿la necesidad?) de dar respuesta a una pregunta. Ahora bien, aunque en nuestra rutina diaria estamos permanentemente dando respuesta a preguntas o problemas más o menos relevantes (¿a qué hora puedo poner la reunión de esta semana?, ¿qué combinación de transporte me va mejor para ir al centro?), esto no implica que estemos investigando constantemente. Hacer ciencia, hacer investigación, supone mirar la realidad de manera rigurosa y sistemática. Midiendo, comprobando y comparando los datos –la información- que manejamos podemos entender con mayor precisión los fenómenos que nos rodean y reconocer su complejidad.

La complejidad de un fenómeno es especialmente notable en el ámbito de la educación, un espacio en el que se superponen factores de diversa naturaleza (sociales, individuales y cognitivos, entre otros). Por lo tanto, podemos convenir que la investigación en educación supone dirigir una mirada rigurosa, sistemática, empírica y crítica a los procesos de enseñanza y aprendizaje con la intención de conocer, comprender y explicar la realidad educativa. El desarrollo de investigaciones en este campo supone un intento de ordenar la imbricada realidad de las aulas y, al mismo tiempo, persigue la mejora de las prácticas educativas. Es en este punto cuando resulta importante reivindicar la figura del profesor-investigador.

La mayor parte de las críticas que se han vertido sobre la investigación en educación señala a la falta de conexión entre los resultados obtenidos en las investigaciones y la realidad diaria del aula, es decir, en la poca aplicabilidad de los estudios sobre educación en la práctica educativa. El trabajo del profesor, asumiendo el rol de investigador, puede salvar esta distancia y tender puentes entre las dos prácticas: la investigadora y la docente.

Dentro de la práctica docente, el profesor parte de una posición muy ventajosa desde la que abordar tareas de investigación por dos motivos principales: es testigo directo del proceso de aprendizaje, del cual él forma parte; y además conoce la realidad del trabajo en el aula como organizador y, hasta cierto punto, responsable de las dinámicas que se desarrollan dentro de clase. Ser un participante activo en el ámbito de la enseñanza permite al profesor formularse preguntas sobre su actividad profesional basadas en su experiencia (¿es este tipo de retroalimentación una buena manera de corregir los ejercicios con mis alumnos?, ¿se sienten cómodos los estudiantes con el tratamiento que hacemos en clase de la gramática?, ¿en qué medida la programación del curso responde a las expectativas que tienen los estudiantes?).

En la práctica diaria de las clases el profesor es testigo de multitud de reacciones, respuestas e interacciones que se acumulan y hacen de él un profesional cada vez más experimentado. Sin embargo, la simple observación y constatación de una serie de hechos puntuales no supone un avance en la comprensión y explicación de la práctica docente o de los procesos de aprendizaje. La investigación, siguiendo el método científico, permite encontrar patrones recurrentes en lo que antes percibíamos como observaciones aisladas y esporádicas. Pone en orden lo que resultaba a simple vista desordenado y deslavazado. Esto es especialmente importante en el terreno de la educación, donde la realidad por analizar es extremadamente rica y compleja.

Además de revertir en una mejora de la práctica docente, el trabajo en investigación dentro del aula encierra un ejercicio constante de reflexión y análisis crítico por parte del profesor. Adoptar un enfoque científico es necesario en la medida en que nos aleja de sesgos conscientes e inconscientes, como dejarnos llevar por el sentido común o la experiencia propia. Tal y como señala la profesora Minerva Caro en una entrada anterior, las creencias, valores e ideas preconcebidas que cualquier profesor posee definen de manera decisiva su percepción de lo que ocurre en el aula y de cómo debe desarrollarse el proceso educativo. El papel de investigador nos permite ser más conscientes de estos riesgos y ponernos en alerta; nos interpela directamente con preguntas acerca de las decisiones que tomamos en el aula, de las actitudes que adoptamos o de las dinámicas que promovemos entre los estudiantes.

En definitiva, la importancia de la figura del profesor-investigador radica en los beneficios que puede reportar en diferentes sentidos: para el avance y la mejora de las prácticas educativas, para una mejor comprensión y un mayor alcance del conocimiento sobre procesos de aprendizaje, y, muy especialmente, para mantener despiertos el interés y la curiosidad del profesor a lo largo de toda su carrera profesional. Adoptar el papel de investigador comporta redescubrir la realidad del aula, acercarnos a ella desde un ángulo nuevo, renovando así la visión de lo que ocurre en una clase. Y es precisamente en esta renovación de lo cotidiano donde el profesor puede encontrar el estímulo y el aliento para seguir creciendo, formándose y mejorando en su trabajo como docente.

 

*En el texto se recurre al uso del masculino genérico por una cuestión de economía y simplificación expositiva. Su uso no responde, en ningún caso, a una falta de compromiso o sensibilidad hacia la visibilización del trabajo de la mujer en el ámbito de la docencia y la investigación.

 

Iban Mañas

Doctor en Didáctica de la lengua y la literatura (Universitat de Barcelona), profesor-investigador asociado en la Universidad Estatal de San Petersburgo y profesor del Máster en Formación de Profesores de Español como Lengua Extranjera de UNIBA.

 

Comparte este Post: