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La enseñanza de ELE en el extranjero: Tennessee (EE.UU.)

 

Me encanta mi profesión. Yo no llegué al mundo de ELE por casualidad, aunque es cierto que los caminos que escogí para adentrarme en él no fueron los tradicionales, ni tampoco los más cortos.

Empecé la universidad con un objetivo claro: irme a Estados Unidos a enseñar español en cuanto terminara la carrera. Y, ¿por qué EE.UU.? Principalmente porque quería ver todos los lugares que aparecían en mis series y películas favoritas, me atraía mucho su diversidad cultural y, por supuesto, porque era la tierra de las oportunidades; que se hablara inglés era también un valor añadido.

Como podéis imaginar, mis planes no salieron como esperaba, pero sí conseguí cumplir el sueño de vivir en EE.UU. y enseñar español, gracias al programa de “Profesores Visitantes en EE.UU. y Canadá” que organiza cada año el Ministerio de Educación.

Hablar de Educación en los Estados Unidos es hacer referencia a una realidad muy diferente a la que estamos acostumbrados en nuestro país, por su fragmentación geográfica y su diversificación en cuanto a sus responsables y a sus estudiantes. El sistema educativo de EE.UU. reparte sus competencias administrativas entre los centros de enseñanza, las entidades locales de las que dependen y los estados. Esto quiere decir que no se estudian los mismos programas en todas las escuelas ni en las mismas condiciones (en cuanto a contenidos o recursos materiales y humanos) y que el presupuesto que se destina a la enseñanza de la lengua española puede variar mucho de una escuela a otra, incluso en el mismo estado. Por esta razón, os hablaré concretamente de mi experiencia, que puede ser muy diferente a la de otros profesores que hayan realizado su labor docente en Estados Unidos.

En el verano de 2008, hice las maletas y subí al avión que me llevaría al corazón de la profunda América, a Nashville, capital del estado de Tennessee y ciudad de la música. Al parecer, en esa época, aprender español estaba de moda y todas las escuelas querían tener en su currículo la asignatura de español, o eso fue lo que nos vendieron.

La evolución de las lenguas extranjeras o L2 en el sistema educativo estadounidense, sin embargo, no era todo lo positiva que cabría esperar en una nación que se caracterizaba por la excelencia de sus universidades y la intensidad de su actividad investigadora.

Durante un año académico, tuve la responsabilidad de enseñar español, en una middle school, a 500 niños de edades comprendidas entre los 10 y los 14 años. La tipología de estudiantes era muy variada: había alumnos de todas las razas, culturas y procedencias que pudiera imaginar. La mezcla étnica del propio país y la gran cantidad de población inmigrante, de varias generaciones y de diferentes regiones del mundo, además de la brecha económica de la sociedad estadounidense, permiten comprender la heterogeneidad del alumnado, una diversidad que afecta especialmente a la enseñanza y el aprendizaje de las lenguas. Era fascinante hablar con ellos y conocer con más detalle su situación, su estado o país de origen.

Mi jornada laboral empezaba a las 8.00 a.m. y constaba de siete períodos de 50 minutos cada uno. Durante cada período, había un grupo de alumnos diferente (estaban divididos por edad, no por niveles) y cada grupo estaba formado por 30-35 estudiantes aproximadamente. Dichos alumnos venían a clase de ELE de lunes a viernes durante un trimestre y, después, daban paso a otros grupos que estarían estudiando español otro trimestre, esta fórmula se llamaba “asignaturas en rotación”.

Como comentaba anteriormente, las clases estaban bastante masificadas por lo que una buena gestión del aula y la planificación eran fundamentales para que la asignatura tuviera éxito. No obstante, uno de los principales problemas con los que me encontré, aparte de la baja motivación que caracteriza a esa franja de edad, fue lo poco que se promovía el dialogo intercultural en la escuela.

Era muy difícil entender cómo, en unas aulas donde se respiraba multiculturalidad por doquier, “el sistema” se empeñaba en crear perfectos americanos que no solo se olvidaran de sus raíces sino que, en muchas ocasiones, se avergonzaran de ellas. La ausencia de la competencia intercultural en el currículo de la escuela y el movimiento English only fomentaban el conflicto lingüístico.

En definitiva, pese a la poca importancia que las autoridades políticas y administrativas de Estados Unidos otorgan al aprendizaje de ELE en la formación de sus ciudadanos, el peso que tiene la lengua española en su sociedad es, y será, notable y evidente.

Para terminar, me gustaría remarcar que el año que pasé en EE.UU. fue una experiencia increíble, dura pero muy enriquecedora, que me ayudó a crecer tanto a nivel personal como profesional. Sin duda alguna, os animo a que llevéis el universo de ELE por el mundo y a que os empapéis de otras culturas porque aprenderéis muchísimo, no solo de los demás sino de vosotros mismos.

 

 

 

Zoraida Cantarero Aybar, profesora asociada en la Universitat de Barcelona y tutora de Portafolio y TFM en el Máster en Formación de Profesores de Español como Lengua Extranjera de UNIBA.

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