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Juego, creatividad y diseño

 

La creatividad y el pensamiento divergente son esenciales para la innovación. En este proceso intervienen la intuición y la memoria, se nutre de los conocimientos del inconsciente, desbloqueando imágenes, ideas o experiencias pasadas para hacer frente a un reto presente.

“Las personas creativas suelen emplear estrategias y prácticas sencillas para llegar donde quieren ir". (1) En general el proceso que emplean no se desarrolla de forma consciente ni sigue unas pautas repetibles que puedan garantizar resultados innovadores, sino más bien se trata de un conjunto de herramientas para analizar el problema con precisión con la intención de obtener un resultado coherentes.

La creatividad pasa por varias fases, en la primera se plantea la cuestión de manera lógica y se recogen los datos disponibles. Cuando éstas no permiten llegar a una solución satisfactoria, se activa una segunda fase, donde se busca mecanismos diferentes para abordar el problema. Esta fase puede ser larga en el tiempo y con frecuencia el problema queda almacenado en el subconsciente. Entonces se produce lo que metafóricamente llamamos iluminación, donde el cerebro encuentra una alternativa antes no pensada. A partir de ese momento se somete a crítica de manera consciente. Si se puede aplicar realmente podemos hablar de innovación.

Algunas culturas, como las orientales, creen que la creatividad es una facultad divina y por tanto su ejercicio tiene un aura sagrada. Los creyentes intentan fomentarla y ejercitar las artes para acercarse a la divinidad. Este concepto también estaba extendido en la época clásica, los griegos y los romanos creían en las musas como presencia divina que poseía el cuerpo del artista provocándole creatividad. Por eso las invocaban al principio de los poemas. La creatividad es, igual que el juego, una capacidad innata. Todos somos creativos, la creatividad se puede entrenar, fomentar y practicar, igual que el dibujo, el ejercicio físico, la escritura o el cálculo. Su práctica nos hace más hábiles en su desempeño.

El juego es tan antiguo como el ser humano, desde la prehistoria los niños utilizaban miniaturas para recrear tareas que hacían los mayores, esto les permitía establecer un vínculo entre su mundo y la realidad cotidiana. El juego es una actividad inherente de todo ser pensante, necesitamos jugar para ser. Hemos adaptado el juego a la realidad cambiante de una sociedad en constante evolución. Los juegos hacen que los hombres se sientan libres y creadores, les permite imaginar nuevos mundos dentro del propio, potenciando la creatividad del jugador y ayudándole a abrirse al mundo. El juego siempre ha estado allí, inalterable, pasando desapercibido, ayudándonos a soñar, a creer, a entender, a crear, a evolucionar, ¿es el juego el ingrediente secreto de la innovación?

Igual que la imitación, el juego tiene una función simbólica, jugar nos permite enfrentarse a una realidad imaginaria controlable, que admite ser adaptada y que transforman en función de las propias motivaciones del jugador y de su mundo interno. La observación e interpretación de nuestro entorno influencian las actitudes y acciones desarrolladas durante el juego, nos dan mucha información acerca de la vida interna de la persona que juega. El juego es una ventana abierta al subconsciente del jugador ya 

que en el juego simbólico, el límite entre fantasía y realidad es difuso y el jugador pasa de una a otra con frecuencia. Aunque la forma de los juegos sea la misma, su simbolismo se ve alterado con el paso del tiempo por los acontecimientos del momento. Todos los juegos son modelos de situaciones conflictivas y cooperativas en las que podemos reconocer situaciones y pautas que se repiten con frecuencia en el mundo real. El ajedrez, por ejemplo, era una reproducción imaginaria de un campo de batalla; la estrategia y perspicacia necesaria para este juego constituyen un excelente ejercicio intelectual.

Jugando se rompen los limites entre las restricciones reales y las de la acción que se realiza, ya que entra en juego la imaginación. El jugador tiene el poder de decidir la acción que se va a llevar a cabo y todas las condiciones que van a influir en ella.

Según Novalis “si dispusiéramos de una Fantástica, como disponemos de una lógica, se habría descubierto el arte de inventar”. Esta fase es objeto de reflexión, durante mucho tiempo se ha percibido la creatividad como una “caja negra”. Lo que esperamos es que, cuando los diseñadores, inventores y otros profesionales creativos entren en una habitación con un objeto, salgan de ella con resultados y descubrimientos innovadores. La naturaleza de lo que ocurre en esa estancia sigue siendo, en gran parte, un misterio. No podemos establecer un procedimiento fijo para conseguir innovar, cada mente funciona de una forma distinta y los procedimientos que las personas creativas utilizan se desarrollan a partir de la experiencia previa y de la práctica. Los creativos son personas que han entrenado su mente, en el momento que se les plantea un problema se introducen en un mundo paralelo donde van a seguir un conjunto de actividades que les guiaran en la búsqueda de posibles soluciones. Este procedimiento se desarrolla paralelamente a la dinámica del juego, el jugador o creativo lleva a cabo una serie de ejercicios controlados fuera de la realidad efectiva que le conducirán a través de un camino difuso en busca de una mente que le ayude a solucionar el desafío inicial. ¿Es la metodología del diseño un juego complejo?

Las metodologías de diseño basadas en el juego son un buen aliado, ya que nos pueden ayudar a resolver problemas complejos mediante el juego en grupo. Uniendo los participantes en un engranaje perfecto donde sus capacidades se complementen y se potencien. Al mismo tiempo favorece un mejor ambiente de trabajo y fortalece la motivación del grupo.

 

(1) Gamestorming: GRAY, Dave; BROWN, Sunni y MACANUFO, James.

 

 

Valença Castells

Especialista en diseño de producto y profesora del Grado en Diseño de UNIBA.

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